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La sombra

ra de Paris ¡ay! había desaparecido; estaba sola Elena, y la expresión de su cara había cambiado por completo, siendo triste y desconsolada la que antes aparecía satisfecha y feliz. ¿Qué infernal pintura era aquélla, en que una figura se evaporaba, se borraba, se iba como si tuviera cuerpo y vida? No podía yo dejar de contemplar el maldito cuadro, y decía: «¿Pero dónde está este diablo de hombre? » mo LA SOMBRA —Sí ¿dónde estaba ese diablo de hombre?

— pregunté á mi vez, sorprendido de que la alucinación del doctor llegara á tal extre¿Dónde estaba ese diablo de hombre?

—¿Dónde estaba? Atraído por una fuerza irresistible, por mis pensamientos, por mis celos, corrí al cuarto de mi esposa. Al acercarme sentí la misma voz que la noche anterior, los mismos pasos. No puedo describir mi furor. «Era cierto lo de anoche», pensé, y me arrojé hacia la puerta. «¡Oh, han cerrado! — exclamé, y golpeándola fuertemente, mejor dicho, arrojando sobre ella todo el peso de mi cuerpo, la abrí rompiéndola. Al entrar vi que la ventana que da al jardín estaba abierta, y que una sombra, un bulto, un hombre saltaba por ella. Esto fué tan rápido, que apenas lo vi; no vi más que su cabeza en el momento de desaparecer, sus manos en el ▬▬▬▬ 61 ●