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Theros

que su naturaleza lo exigía, empezó á menudear copas y á vaciar botellas con tanta presteza, que aquélla no era señora, sino más bien una bacante.

VII

No bien habíamos concluído de comer, cuando la dama, enteramente transformada por todo aquel líquido que había metido entre pecho y espalda, empezó á hacer los más desaforados desatinos que pueden verse. Agitó primero las palmas de las manos, al modo de abanico, haciendo correr un aire cálido y seco que tostaba. Después rompió å reir con carcajadas estrepitosas de insensato, y cayó espantosa lluvia, que puso como nue vos á los parroquianos de aquel hermoso sitio, obligándoles á dispersarse. Corrió después la niña con tanta rapidez que parecía vendaval, rompiendo las bombas de vidrio, alzando las faldas á las señoras, arrebatando sus sombreros á los galanes, desgarrando el telón del teatro, doblando los árboles, haciendo gemir las ramas y cubriendo de hojas los mecheros del gas. No he visto dispersión tan precipitada, pánico tan horrible ni confusión