Página:La sombra - Celín - Tropiquillos - Theros (1909).djvu/260

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
254
B. Pérez Galdós

más grande. ¡Y cómo reía la pícara al ver tales estragos! Yo procuraba calmarla, mas esto no era posible. Temí que la llevaran á la prevención por sus diabluras; pero la muy tunanta tuvo la suerte (como todos los pillos) de que no la viera la policía.

Después que desató sobre Madrid la importuna lluvia que tantó molestó á los paseantes, sopló á diestro y siniestro, y he aquí que comienza un frío seco y displicente que hace tiritar á todo el mundo. Estirando los cuellos de sus ligeros gabancillos, y abrigándose con pañuelos de la mano á falta de otra cosa, los madrileños corrían á sus casas, y gruñendo murmuraban: «¡Qué demonio de clima! ¡Maldito sea Madrid y quien aquí puso la corte de España!» La misma autora de tantos desastres andaba con capa aquella noche burlándose de los cortesanos y de su cólera. Yo no pude contenerme y le eché en cara su conducta, diciéndole que no me parecía propio de personas bien educadas molestar al prójimo y turbar diversiones lícitas.

Echose á reir de nuevo, y me dijo que en Madrid no pasaba semana sin hacer alguna travesura de aquel jaez; que la alegría de la capital y su constante humor de bromas era contagiosa, por lo cual ella no podía resistir