Página:La sombra - Celín - Tropiquillos - Theros (1909).djvu/250

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
244
B. Pérez Galdós

compañera aumentó de tal modo, que destrocé el abanico sin poder refrescarme. Las perspectivas, ora interesantes, ora comunes del viaje, aburríanme soberanamente. Los pinos valsaban en mareantes círculos ante mi vista; marchaban en columna cerrada los olivos de Utrera, como ordenados ejércitos que van al combate, sin que estos juegos de óptica, ni el variado espectáculo de las sucesivas estaciones, ni la cercana presencia de Sevilla, que desde el último confín visible nos saludaba con su Giralda, aplacaran mi mal humor.

Sevilla nos vió llegar al fin junto á sus achicharrados muros, que quemaban como calderas puestas al fuego. Reposaba la placentera ciudad bajo mil toldos, adormeciéndose en la fresca umbría de sus patios. Las cien torres, presididas por la veleidosa mujer de bronce que da vueltas á ciento veintidós varas del suelo, desafiaban al furioso sol.

Cual condenados cuyo itinerario de expiación ha sido invertido, subían á los infiernos.

No pude contenerme, y dije á la dama: «Presumo que usted se quedará en esta estación que tan bien cuadra á su temperamento.

—No señor—repuso con la timidez de una novicia. Voy á Madrid.»