Página:La sombra - Celín - Tropiquillos - Theros (1909).djvu/227

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
221
Tropiquillos

atenciones de aquella honrada familia. Yo sentía mi pobre ser caduco y enfermo resurgir y como desentumecerse por la acción de manos blandas y finas empapadas en bálsamo censolador.

Mestre Cubas comía como un lobo y quería que yo le imitase, cosa difícil, á pesar del renacimiento gradual de mi apetito.

«Mira, Tropiquillos—me decía—, es preciso que te convenzas de que no debe uno morirse. En este mundo, hijo, hay que hacer lo siguiente: el pensamiento en Dios, la tajada en la boca, y tirar todo lo que se pueda. Dejémonos de tristezas y de aprensiones.

Tan tísico estás tú como ese moral que nos sombrea y nos abanica con sus ramas. En ocho días has cambiado de color, has echado carnes, se te ha quitado aquel mirar siniestro; ¿no es verdad, muchachas? Todavía hemos de hacer de ti un guapo mozo, y hemos de verte arrastrando una barriga como esta mía... Come más de este sabroso carnero.

¿Quieres que te eche un latín? Yo también sé mis latines. Oye éste: Omnis saturatio bona; pecoris autem optima. ¿Qué te parece, amigo Tropiquillos? Echa un buen trago de este divino clarete, plantado, cogido, prensado, fermentado, envasado, clarificado y embotellado por mí, en este propio sitio, sí señor, en