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B. Pérez Galdós

y el rumor de su resuello. Cuando penetró en la inmensa viga metálica, parecía que el mundo se venía abajo.

Esto me da miedo, Celín—dijo la señorita apartándose sobresaltada. Si esto se cae y nos coge debajo...

Y luego que el tren pasó, hablaron un instante de cosas completamente extrañas al motivo de aquella insensata correría de la marquesita de Pioz.

Este es el tren de recreo dijo Celín recostándose junto á ella. Dentro de media hora viene otro, y después otro, y el correo, y el expreso. Mucha gente, muchísima, con billete de ida y vuelta, para ver el auto de fe de mañana.

— Sí, he oído que sólo de la parte de Utopía vendrán más de ocho mil personas; todo para ver un auto y los toros que habrá después. Por bonito que sea un auto, no comprendo que se agolpe tanta gente para presenciarlo.

En el de esta tarde achicharrarán setenta entre judíos, blasfemos, sargentos y falsificadores. Y como también hay toros y cucañas, música por las calles, discursos y carreras de tortugas, viene gente y más gente.

—¡Qué tristeza me dan la animación y la alegría de Turris! La suerte mía es que no