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Celín

—¡El Buen Fin! ¡Muy cerca está! ¿Ves aquella torre que se acaba de parar?... Allí es. Yo te enseñaré el camino.

167 —¡Ay, hijo, qué alegría me das!... Pero ponte la gorra, que hace frío. Mira (sacando una moneda de su escarcela), ¿ves este ducadito de once reales? Pues es para ti si te portas bien.

Los ojos del chico brillaron de tal modo al ver la moneda, que Diana creyó tener delante dos estrellas. Sin decir nada el rapaz echó á andar, silbando otra vez su patriotera música, y marcando el paso vivo, con mucho meneo del brazo derecho, á estilo de cazadores.

Oye, niño— le dijo la inconsolable, que no quería ser precedida por una banda militar. Vale más que vayamos calladitos..

No nos conviene llamar la atención... ¿Te parece?

• Callóse el guía y dió dos ó tres brincos y zapatetas con tanta ligereza, que la niña de Pioz na pudo menos de sonreir un poco.

—Pobrecillo (poniéndole la mano en la cabeza), ¡y qué mal estás de ropa!

Efectivamente, el chico llevaba unos gregüescos cortos, las piernas al aire, los pies descalzos. El cuerpo ostentaba un juboncillo con cuchilladas, mejor dicho, roturas