Página:La sombra - Celín - Tropiquillos - Theros (1909).djvu/135

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
129
La sombra

me que se reían; y en tanto nosotros siempre andando, andando. Yo estaba rojo de vergüenza; el rostro me quemaba como si tuviera en él carbones encendidos, y en el fondo de mi corazón latía un odio terrible, una pena profunda, una sombría angustia que no podía estallar, porque aquel demonio me lo tenía oprimido. Dentro del pecho sentía yo como una mano de fuego que me apretaba con fuerza, conteniendo en su puño ardiente cuanto en mi había de vida y sentimiento...

Andábamos siempre sin descanso: gruesas gotas de sudor corrían de mi frente, y sentía una gran fatiga, aunqué puramente moral, pues mi cuerpo no estaba cansado, y marchaba movido por una fuerza en mí desconocida. Atravesamos toda la Castellana, donde había más gente aún, mayor número de conocidos y más insistencia en mirarnos, sonriendo con malicia que rayaba en insolente.

Caminábamos siempre, recorriendo el paseo de un extremo á otro, varias veces, hasta que la tarde iba cayendo, le gente se retiraba, y mi alma se cubrió de luto; nubláronse mis ojos, no vi más que sombras, y glacial frío corrió por todo mi cuerpo. No pude menos de detenerme: estábamos en el extremo del paseo; á nuestra espalda se oía el ruido de los coches alejándose y las pisadas de algún pa9