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B. Pérez Galdós

— Lo que él me dijo se ha quedado grabado en mi memoria de un modo indeleble continuó el doctor dando un suspiro. Nada tengo tan presente como lo que me contestó cuando le pregunté qué diferencia había para él entre la persona de Elena y mi mujer. Habló de este modo: — «Yo no quiero la persona de tu mujer. La esposa, amigo mío, la esposa es lo que busco; quiero cargar con la mitad de su lecho de usted y enseñarlo á todo el mundo. No quiero romper por eso la institución: yo respeto el sacramento; pero he de llevarme una cosa que excede en valor á la institución y está por encima del sacramento... Tres poderes establecen el matrimonio: el civil, el eclesiás—tico y otro que no está en manos del vicario ni del cura y sí en manos de eso que llamáis vulgo, sociedad, gente, público, canalla, vecinos, amigos, mundo, en fin. Ya sabe usted que el mundo rompe ciertos lazos que parecen inquebrantables. Pues bien: yo quiero llevarme de aquí lo que el mundo necesita para quebrantar estos lazos; quiero llevarme la abdicación de la personalidad de marido, el consentimiento de su flaqueza. Así daré alimento al vulgo, á la gente que vive de esto. Todos me preguntarán por ti y por ella; mas mi sola presencia es respuesta definitiva,