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La sombra

así se llamaba su esposa, á los pocos meses de casada, y entonces empezó Anselmo á ser el absurdo personaje que ahora conocemos.

No volvió á tener reposado y claro el juicio, siendo desde entonces el hombre de las cosas estrafalarias é inconexas, cada vez más incomprensible, enfrascado en sus diálogos internos, y agitado siempre por la idea insana, que llegó poco a poco á formar parte de su naturaleza moral.

á Perdió su fortuna, no sólo por abandono, sino porque suscitado un pleito insignificante por un pariente suyo, supo la curia aprovecharse tan bien, que en poco tiempo quedaron todos los litigantes en la miseria. Hubo quien dijo: «Es un gran filósofo; ved con qué resignación resiste los golpes de la suerte.» Otros decían: «Es un loco; mirad con qué indiferencia olvida sus asuntos. » Su estoicismo era objeto de burlas. Alguien quiso favorecerle, compadecido de su desgracia; pero parece que le encontraron orgulloso y poco dispuesto á admitir limosnas. También hubo jóvenes de candidez tan extremada, que le creyeron iniciador de un nuevo sistema filosófico que había de pasmar al orbe. Esto provenía de que después de su pobreza se había remontado á las alturas del boardillón, donde encendió una lámpara y se puso á devorar