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B. Pérez Galdós

alma de pensamientos falsos, frívolamente lúgubres, como antojos de niña romántica que juega á los sepulcritos. Vive, ¡oh Diana!, y el amor honesto y fecundo te deparará la felicidad que aún no conoces. Estáis en el mundo los humanos para gozar con prudente medida de lo poquito bueno que hemos puesto en él, como proyección ó sombra de nuestro Ser. Vive todo lo que puedas, cuida tu salud; cásate, que Yo te inspiraré la elección de un buen marido; ten muchos hijos; haz todo el bien que puedas, y tiempo tendrás de morirte en paz y entrar en Nuestro reino.

Adiós, hija mía; tengo mucho que hacer. Sé buena y quiéreme siempre.

Dióle por fin dos tiernos picotazos en la mejilla, y salió como una bala, horadando la pared de la estancia en su rápido vuelo.

Madrid.

— Noviembre de 1887.