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B. Pérez Galdós

exclamé ; no he sido yo quien la ha matado; has sido tú, tú que has traído el desorden á esta casa, que me has vuelto loco. Tu misión es luto y vergüenza: tú me has deshonrado, me has perdido, me has lastimado en lo que para mí había de más caro; has pisoteado mi corazón; has hecho escarnio de mis sentimientos; me has hecho aborrecible lo que más amaba en el mundo; y de aquello que era para mí de más valor que la misma vida, mi honor, tú has hecho una burla, un epigrama, una gacetilla puesta en boca de los ociosos y de los libertinos.» «Ese es mi destino»» —dijo sin alterarse por los improperios que le dirigí; y en verdad, yo estaba furioso y elocuente. Sin saber por qué, iba desapareciendo el terror que aquel demonio me causaba... Después le dije: — «Tú eres la más grande aberración de la sociedad; eres una de esas monstruosidades que acompañan al hombre como un duro castigo de no sé qué delito, que perennemente y sin conciencia de ello estamos cometiendo.» «¡Necio!—exclamó—; tú me has llamado, tú me has dado vida: yo soy tu obra. Te haré recordar, aunque la comparación sea desigual, la fábula antigua del nacimiento de Minerva. Pues bien: yo he salido de tu cere-