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B. Pérez Galdós

— «Sí—dije—; no sé, lo he presumido, lo he adivinado.» «Pues sí, amigo—repuso él—; no te precipites. Las reputaciones más sólidas no se libran de esos ataques.»» B. PÉREZ GALDÓS «Te juro—dije—que yo he de matar á quien ha infamado mi casa, y, ya sea uno, ya sean muchos, esa vileza no ha de quedar sin castigo. » — «Mal hecho; eso no se hace así. Conviene tratar con la Fama en buena amistad para que no nos maltrate; conviene capitular con los murmuradores y hacer ciertas concesiones para que no acaben de deshonrarnos.

Para alejar á esa víbora maligna no se ha de luchar con ella; es preciso adularla con los dulces sonidos de un instrumento músico. El vulgo viperino es invencible cuerpo á cuerpo, y débil cuando á la defensa ciega se substituye la maña astuta.» — «Yo no puedo adular á esos infames. Mi honra está sobre ellos.» — «Todo eso es muy santo y muy bueno; pero se dice una cosa... bien... En estos tiempos es más temible el dicho que el hecho. Ya comprendes la fuerza que tiene un ««dicen».

Si quieres seguir mis consejos, márchate de aquí por algún tiempo. Cuando vuelvas, todo está olvidado. Es la mejor manera de que te