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La sombra

cho tiempo en compañía de una persona como tú, es locura. Verdaderamente sería risible, si no fuera tan triste lo que está pasando.

¡Vamos, que aquellos sustos que le das, presentándote de noche en su habitación como un loco, y al parecer, ofuscado el entendimiento por alguna mala idea...! En verdad no sé cómo vive la infeliz... Está enferma, y temo que sea de cuidado su mal, porque, francamente, ¿qué persona impresionable y delicada resiste á las pruebas á que la sujetas? Es preciso que te decidas á adoptar otra conducta; mi hija no puede vivir así. Á ver, ¿qué es lo que te obliga á proceder como procedes?...

Quiero saberlo. ¡Y pensar que es Elena un modelo de amabilidad, de discreción, de prudencia!

»Verdaderamente, Anselmo, ya veo que no puede haber mayor tormento para una joven que vivir contigo. En tu compañía ninguna puede encontrar esa agradable confianza que es fundamento del amor; no eres amable, ni mucho menos; por el contrario, á pesar de tus buenas prendas, te haces repulsivo por los arrebatos de tu carácter, por esa misantropía que te consume. En ti no hallará mi hija ninguna clase de ternura, ni aun esas pequeñas fórmulas cariñosas que, insignificantes en apariencia, son de una im-