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El cardenal Cisneros.

los Españoles, sujetándoles tambien à un espionaje indecoroso. Todas estas nuevas inquietaban al Rey D. Fernando y fortuna de éste era tener á su lado á Cisneros, cuyo temple de carácter le infundia constantemente energía y valor. Oponíase resueltamente el Arzobispo á que el Rey Don Fernando se entregase á los Grandes, que no tenian más móvil que sus propios intereses, cuando de obrar así era tanto como malograr en un momento la obra toda del anterior reinado, aconsejábale que se entendiese con su yerno, que no habia de estar tan ciego que no alcanzase á ver la necesidad en que estaba de marchar en armonía con él para no ser víctima de tanta codicia como lo solicitaba, y áun en la hora misma en que llegaron las nuevas de la prision de Conchillos, llamó perentoriamente á los Embajadores de Flándes para conjurarles, con la perspectiva de los males que para todos iban á venir de este caso, á que escribiesen á su Soberano y le apartasen de un camino en que, lejos de acabar, se enconarian más los ódios de una y otra parte

Algo se alcanzó con este lenguaje severo del Arzobispo, pues en Flándes pusieron en libertad á Conchillos; pero convencido el Rey Fernando que, á ménos de aislar completamente á su yerno, todo era de temer de la debilidad de su carácter y de la influencia de su ambicion, ajustó un tratado con el Rey de Francia para traerlo á su partido, en virtud del cual celebraba segundas nupcias con Germana, sobrina de Luis XII, á favor de cuya descendencia, si la tenia el nuevo matrimonio, quedaban todos los derechos à la Corona de Nápoles, tan porfiadamente disputados entre España y Francia; pero que, de no tener hijos, debia de volver al Soberano de Francia la mitad del reino que se adjudicaba al de España como dote, sin perjuicio de lo cual este último, por de pronto, se obligaba á abonar un millon de escudos de oro en vários plazos, y á conceder al partido angevino, que siempre lo habia hostilizado en Italia, una amnistia y unas ventajas que iban á hacer critica por de más la posicion de los Españoles en Nápoles. Como se ve, este tratado tenia grandes ventajas para Francia, sin ninguna para España; pues de tener descendencia varonil D. Fernando, lo cual era muy probable, como que sólo tenia cincuenta y cuatro años cuando casó segunda vez, volvia á dividir á Castilla y Aragon con todas sus dependencias, quién sabe por cuánto tiempo; y de no tener hijos, se comprometia á dividir la magní-

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