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—Sí, es verdad—afirmó Antonín, es el camino de Santa Margarita.

Pero Timoteo, que veía palidecer á su primo, pensó que la broma había durado bastante y dijo en tono de conciliación: —¿Qué prueba eso? Nada. Aunque fueran á la capilla y pusieran tres cirios, ya nos ha dicho Godofredo que su hija tenía que representar la comedia. No es cosa de quererla mal porque la representa á lo vivo.

Todo eso lo hace por vuestro interés; hay que engañar á la gente sin dejarla abrir los ojos. Nos los comeremos, y nuestra mejor aliada es la pequeña Carmesy... Sin ella, se vería mejor en el castillo...

Y mostró los tejados de Valroy entre una masa de árboles.

—Gracias, Timoteo—dijo Gervasio.—Tú eres razonable y dices la verdad. Déjalo; que ya vendrá mi día...

Se animó y añadió con los dientes apretados: —Los paletos tendrán su desquite... Señor Vizconde, nos veremos.

Soltó entonces las riendas, dió un espolazo y salió al trote largo; los demás le siguieron.

El diálogo entre Arabela y Jacobo se resintió también del incidente y se hizo más vivo que de ordinario. El joven, por excepción, emitió algunas opiniones personales y contradictorias. Primero, dijo: —Es intolerable... Esos harapientos, que hace quince años corrían descalzos detrás de nuestros coches para mendigar un centavo, nos desafían ahora y hasta nos insultan, pues hay miradas que son ultrajes...

Todo esto acabará mal... Si hubiera estado solo...

Bella le interrumpió: —Acaso no esté usted en lo cierto, Jacobo. No tienen derecho todos los hombres á pasar por el camino,