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La sombra

silenciosos medios para llegar á un fin más silencioso aún: ya he abandonado el medio antiguo y desacreditado de los escalamientos, de las sorpresas, de los sobornos, por distinguirme de cierta falsificación mía que anda por el mundo, un tal Don Juan, que es un usurpador insolente y además una plaga poco temible. Conque, amigo, no asustarse, y concluyamos pronto. Sepa que está escrito, como diría un musulmán. Soy como la muerte: suena la hora, y vengo. Evitarme es tan imposible como evitar á mi cofrade.» Cuando oí esta relación, resolví hacer un esfuerzo á ver si podía descifrar el espantoso enigma. Afectando una serenidad que no tenía, y tomando el asunto con la calma decorosa que me pareció conveniente, me levanté y dije: «Caballero, sepa usted que estoy dispuesto á no tolerar sus inconveniencias. Sepa usted que tengo la edad suficiente para no creer en brujerías, ni la paciencia que se necesita para sufrir las locuras de usted.» «Este hombre no me quiere entender: ¿sabe usted que Elena es mía?—dijo después de reir con estrépito, con la expresión de desahogo que da la resolución de no alterarse por nada.» «No pronuncie usted más ese nom-