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La sombra

quietud habían acumulado en ella. Y calló, permaneciendo largo rato pensativo y mirando con fijeza la circulación del líquido rojo á lo largo del intestino de vidrio, que trasegaba de un depósito á otro una esencia sutil.

En aquellos momentos de silencio, interrumpido sólo por la tenue vibración de la cuerda, el rumor de la llama y ese sonido incomprensible y solemne de todo lugar misterioso, era cuando más terror producían en mí los singulares objetos de la vivienda del sabio. Parecíame que todo aquello tenía vida y movimiento; que la casaca se movía, como si sus faldones cubrieran un cuerpo, cual si las mangas tuvieran dentro brazos. También creía ver el sombrero tricornio meneándose á un lado y á otro, como si el botijo que le sustentaba tuviera sesos llenos de inteligencia y buen humor; creía ver las botas espoleando al reclinatorio, y las conchas golpeándose unas á otras, como si á manera de castañuelas estuvieran amarradas á los dedos de una mano andaluza. El esqueleto me parecía que bostezaba, y el caldero le caía hasta los ojos, inclinándose á un lado para darle expresión chusca; me parecía verle adelantar el pie izquierdo, como quien rompe á bailar, y cuadrarse ambas manos á la cintura, que le cabía en dos dedos.