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THEROS


I

uno y El tren partió de la estación, machacando con sus patas de hierro las placas giratorias, como si gustara de expresar con el ruido la alegría que le posee al posee al verse libre. Echaba sin interrupción y á compás bocanadas de humo, como los chicos cuando fuman su primer cigarro, y al mismo tiempo repartía á á otro lado salivazos de vapor, asemejándose á un jactancioso perdonavidas ó á demonio travieso. Ni siquiera volvía la cabeza para saludar á los empleados de la línea, ni á las señoras y caballeros que poblaban el andén. Descortés y sin otro afán que perderse de vista, dejó atrás los almacenes, los muelles y oficinas de la pequeña velocidad, el cocherón, los talleres, la casilla del guardaagujas, y se deslizó por la Cortadura, un brazo de tierra cuya mano tiene la misión