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Tropiquillos

como si sudaran pintura. Los chicos, soliviantados por febril alegría, cogían puñados de uvas ya estrujadas, y se frotaban la cara, y se pintaban rayas en ella como los salvajes. Yo apuntaba las cántaras de mosto que entraban en la bodega, y sentía comunicarse á mi alma el gozo inquieto de mestre Cubas y la satisfacción prudente y circunspecta de su arrogante esposa. Las chicas, retirándose á la casa, cuidaban de que no faltase nada en la próxima comida que se había de dar á tanta gente.

Y en tanto la bodega se llenaba. Las cubas decían con espumarajos de ira que ya no podían tragar más. Pero había toneles en abundancia, y además vasijas, tinajas, cántaros. Allí estaba recién nacido y ya bullicioso, turbulento, anunciando travesuras mil, el néctar de los dioses, el amigo de los reyes y de los pueblos, el gran demócrata, el gran nivelador, el que á un tiempo es retrógrado y revolucionario, sin dejar nunca de ser consecuente con sus altos principios salutíferos y embriagadores; el que no conoce la esquivez humana, porque le miran con ojos chispeantes el sano y el enfermo; el que preside los festines de la amistad y de la reconciliación, y disparando balas de corcho se presenta en los momentos del mayor regocijo,