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B. Pérez Galdós

II 2 B. PÉREZ GALDÓS voluntad de muchas personas. De esta amabilidad nadie tenía mejores pruebas que yo; siempre fuí objeto de su predilección, y nunca más que en la ocasión de que hablo pude conocerlo. El conde me probó el gran interés que yo le inspiraba en aquel diálogo que voy á referir á usted con la puntualidad que mi memoria me permite.

«Mi querido yerno — dijo él, yo siento tener que hablarte de este asunto, pero es necesario. Elena no puede vivir así. No te enfades; nadie mejor que yo conoce tus buenas prendas; nadie ha tratado de disculparte más que yo; pero han llegado las cosas á un extremo... tu carácter...» — «Yo no entiendo ni una palabra de lo que usted me quiere decir—le contesté, presumiendo que algo grave encerraban aquellas indicaciones.» «Todos en la casa dicen estás locoque añadió el conde Esta opinión, el único que la ha combatido he sido yo, que desde antes de que entraras en mi familia conocía tu carácter. Yo sé que no es locura; estos arrebatos que hoy te dan son antiguos en ti, si bien los agrava actualmente una monomanía, uno de esos estados pasajeros del alma que nos ponen á veces en tal disposición, que no parecemos tener pizca de sentido.» — .