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B. Pérez Galdós

límites cuando le vi incorporarse en el lecho, y exclamar: — «Ya ves de qué modo has conseguido que no salga de tu casa. ¿Te atreverás á arrojar de ella á un hombre que has herido, á un hombre que se desangra y se muere?

Si me echas de aquí no es posible que te libres de la nota de asesino. Se descubrirá que has intentado matar á un hombre, vendrá la justicia, habrá escándalo... Dirán que el bueno de don Anselmo encontró á un galán en el cuarto de su esposa y le pegó un tiro. Ya ves, ¡qué escándalo! Si quieres que me marche, me marcharé; pero bien te dije que al salir de esta casa me llevaría tu honor. Necio, en vano quieres prevalecer contra mí, contra lo inmortal, contra lo omnipotente, contra lo divino. Yo soy superior á los hombres; yo soy parte de ese mal que desde el principio pesa sobre vuestra existencia, y del cual no os podéis librar, porque una ley suprema le pone sobre vosotros y en vosotros como una faz de la vida. Aquí estoy, en tu casa; eso es lo que yo quería. Ella sabe que estoy aquí; muchos de fuera lo saben también. Pero esto es ahora un secreto guardado por muchos. Si quieres que haya escándalo, si quieres que mil voces hablen de mí, si quieres que esto se publique por calles y plazas,